Les invito a descubrir ciudades a través de la escucha. En esta edición, comparto un audio creado para «La Cacerola» PODCAST de la colectiva Comadre Luna. En el que hacemos un paseo por la historia de las mujeres en el Village de Manhattan.

Sección «Si las calles hablarán» del PODCAST La Cacerola, colectiva Comadre Luna.

Transcripción del texto leído en la locución.

Si las calles hablarán, ¿qué nos contarían?  Las llevamos a pasear por un barrio a través de la escucha. Trazamos un itinerario en el mapa que se dibuja en nuestras mentes y lo coloreamos con una historia colectiva de lo cotidiano. Nos subimos a la máquina del tiempo de nuestra imaginación y ahora viajamos al pasado.

Estamos en la Villa de Manhattan. La Villa o el Village, se le llamó así, por su vegetación frondosa. No tenía ese nombre antes de la llegada de los colonos. Su nombre era Sapokanik, en lengua Lenape, su significado la tierra donde el tabaco crece. La etnia nativa fue expulasada de sus tierras a poco de que llegarán los colonos. El territorio se fue transformando y los colonos le sacaron provecho a todo lo que hicieron crecer les Lenape. Para el siglo 19, lo verde, era un decorado en las veredas o los jardines privados. El paisaje cambió. 

Tenemos que trasladarnos en el tiempo a 1900, principio de siglo XX. Por un momento, imaginen las calles, no todas son de cemento. Circulan carruajes tirados por caballos, más que coches. Los ruidos de las fábricas se sienten de fondo entre el bullicio de las personas y los negocios. Las personas van con sombreros, ese accesorio encima de la cabeza es una señal de posición social. La gran mayoría, eran mujeres inmigrantes de diversas procedencias. Unas venían de otros países, otras del campo estadounidense. El trabajo, al igual que los sombreros, se dividió por clases, razas y géneros. 

Por ejemplo. Las irlandesas, trabajaban como empleadas domésticas en las casas de gente rica y servían directamente a las personas que les contrataban. Sin embargo, las Afroamericanas que, migraron del campo a las grandes ciudades como Nueva York,  trabajaban como empleadas domésticas y no estaban en contacto directo con las familias. Solían trabajar escondidas en las entrañas de las casas, como lavanderas o con la limpieza pesada. Las italianas y judías de europa del este, iban a trabajar a las fábricas, desde niñas. Las chinas, no llegaría hasta pasadas unas cuantas décadas. Muchísimas décadas después de la ley racista anti-chines de 1882.

Todas ellas tenían sus hogares en edificios llamados Tenement, es el nombre en inglés para los edificios con inquilines. Son los edificios con escaleras de incendio en la fachada y que tienen cinco plantas. Cuando ese estilo de edificio se construyó, su aspecto era distinto. Las unidades de apartamentos eran más pequeñas. Unos 40 metros cuadrados con 3 habitaciones, cocina incluida en uno de las habitaciones y sin baño. Allí vivían de 1 a 3 familias de distintos orígenes. 

En las familias, les hijes y padres iban a trabajar a las fábricas, las madres trabajaban dentro de casa con trabajo también de las fábricas y con los cuidados. Las mujeres jóvenes, cada día, a las 7 de la mañana, iban caminando por las calles del este al oeste de Manhattan. Las fábricas, después de la construcción del Erie Canal, se localizaron del lado Oeste de la Isla. Por el río Hudson navegaba toda la materia prima desde la profundidad de Estados unidos, hasta su salida por Nueva York. Y al este estaban las viviendas de las personas obreras. Caminaban, entonces, una distancia diaria de 3 o más kilómetros para ir de sus hogares hasta sus trabajos.

En las fábricas, los salarios eran míseros y las condiciones de miedo. Muchas fábricas obligaban a las trabajadoras a comprar los materiales y herramientas de trabajo. La jornada era de 12 horas, lunes a sábado o domingo. Las salas de trabajo no tenían luz, no podían ir al baño cuando querían, no tenían descansos concertados, los jefes les gritaban y trataban como si no fueran nada. Y encima, había explotación infantil. 

Para las mujeres judías, estar obligadas a trabajar un sábado, era romper con su tradición. Al ir a trabajar no podían celebrar Shabat, una ceremonia judía de descanso y conmemoración religiosa. Las mujeres italianas, tampoco, al estar obligadas a trabajar un domingo no podían ir a misa y comer junto a sus familias.

Por la noche, regresaban a sus hogares. Al llegar, depositaban su salario para la economía familiar que era con lo que se pagaba el alquiler. Raramente, lo usaban para ellas, si lo hacían era para comprar algún sombrero de segunda o tercer mano. Ya les dije, los sombreros eran importantes en aquella época.

En 1907, los dueños empezaron a subir el precio de la renta. No era para invertirlo en mantenimiento, los edificios se caían a pedazos y así seguirían. El aumento de alquileres estaba vinculado con el nacimiento del negocio de bienes raíces. Y si les inquilines no pagaban, se irían a la calle. ¿Cuál creen que fue la reacción de aquellas jóvenes mujeres y sus madres? No podemos más, tenemos que hacer algo para parar esta situación. 

Las mujeres, venían con un bagaje, historias de vida y también, base ideológica. Una cosa es luchar por sobrevivir, otra que no supieran qué era justo o injusto. Al llegar a Nueva York se ilusionaron, pero al pasar la estatua de la Libertad, las expectativas se iban reduciendo al entrar por el Centro de Control Migratorio de Ellis Island. Más tarde, el paisaje de la nueva metropolis las apabullaba y no tardarían en darse cuenta de cuál era el alimento de aquella  ciudad, que crecía a ritmo de locomotora.

A mitad de 1907, a las mujeres de la Villa, les cayó como una patada la noticia de los alquileres. La primera en reaccionar, fue Pauline Newman, una joven de 16 años de origen lituano. Pauline, ni corta ni peresoza, empezó a hablar con sus compañeras de trabajo y con las madres en los hogares. La red se fue tejiendo con todas las vecinas del barrio y el descontento, ante la subida de los alquileres, fue creciendo. Se organizaron y crearon un grupo que se llamó «Las Mujeres Autosuficientes». Una de las primeras acciones que hicieron fue una acampada de protesta a orillas del Río Hudson, para paralizar la llegada de materiales a la industria.

Muchas personas iban a ser desahuciadas en el barrio y otras no podían pagar altos alquileres, la causa de las «Mujeres Autosuficientes» fue calando en el vecindario. Mientras que, las adolescentes trabajaban en las fábricas, las mujeres que estaban en sus hogares, cuidando a sus hijes, fueron de puerta en puerta convenciendo a todo el vecindario de hacer una Huelga de Alquileres y no pagar el mes. El 26 de diciembre de 1907, tras meses de organización, empezó la huelga. 10.000 familias del lado este de la Villa, se negaron a pagar el alquiler.

La huelga finalizó el 8 de enero de 1908, de esas 10.000 familias, sólo a 2000 le redujeron sus alquileres. Lo más importante de la Huelga, fue la creación de una red de mujeres con una lucha común para la sostenibilidad de la vida en distintas áreas. Personas destacadas de otros movimientos, sugirieron la limitación de las rentas al 30% de los ingresos de cada familia. Sugerencia, que no se implementó por parte del gobierno. Sin embargo, esta sugerencia sembró el terreno para que se implementará el control de alquileres en 1930. Ya cuando Pauline Newman, tenía 43 años.

Mientras caminamos, descubrimos el legado de los movimientos del barrio, vemos como muchas mujeres de distintos orígenes, caminan como nosotras. Van a trabajar y las condiciones no cambiaron tanto en 100 años. Así también, la opresión de los alquileres. No fue la única huelga de alquileres de la historia. La expeculación a la que estamos expuestas las personas que vivimos en las ciudades, continúa. Las huelgas se repitieron cada 3 o 4 décadas en Nueva York. Hoy, año 2020, se están organizando los barrios de distintas ciudades del mundo, para exigir vivienda digna y paralización de las rentas, ya que no hay ingresos por la crisis económica que vino tras la pandemia. 

Desde la tierra de esta isla rocosa, como una turbulencia surge con fuerza el legado de las mujeres de principios de siglo XX, invisible, imperceptible y, a la vez, presente. Y me pregunto, sí las Mujeres Autosuficientes, salieran por aquella esquina y nos hablarán, qué nos dirían?

Guión, locución y edición producido por Andrea Kropman para Comadre Luna.

Paseos que realizamos sobre la historia social en Nueva York

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