Clara Lemlich, fue una mujer migrante y rebelde del siglo XX, experimentó situaciones similares a las que vivió Pauline Newman, otra gran activista de la que he hablado antes. Empezando, por querer estudiar desde muy pequeñas y no les fue permitido. Aún así, Clara, aprendió ruso, además de yidish, la lengua que se hablaba en su lugar de nacimiento: Ucrania. Ambas migraron desde Europa del Este a Nueva York, escapando de los pogromos. Y finalmente, ambas se conocieron al trabajar en las Fábricas de Greenwich Village, cuando eran adolescentes.
Espacios para la organización
Todas las jóvenes trabajadoras, se reunían en los Tea Rooms cercanos. Espacios para tomar el té y hablar de política. De forma natural, también se articulaban redes de apoyo mutuo. Muchas de ellas aprendieron a hablar inglés en los Tea Rooms, compartían recursos, reflexionaban sobre las condiciones laborales y se organizaban para protestar. Allí tomaron consciencia de la desigualdad a la que estaban expuestas. Clara, se construyó en estos espacios y dio voz a todo un movimiento.
Antecedentes
En el inicio de la Revolución Industrial estadounidense, Nueva York fue una de las ciudades más productiva del país. También, donde la sociedad mostró su mayor desigualdad económica. Cada año, llegaban más inmigrantes desde las zonas rurales de Estados Unidos e inmigrantes de otros países. La población se cuadriplico cada 2 décadas. Tras los incidentes de Chicago en 1886, que dieron origen al 1 de mayo #MayDay, el movimiento de obreros y obreras de las fábricas, se extendió por todo el territorio, llegando a Nueva York. Las protestas pedían una reducción de jornada, 8 horas, ni más ni menos.
Asambleas en Great Hall
En las décadas de 1900 a 1920, se celebraron muchos mitin de uniones de obreros, principalmente, y algunas obreras, en la Universidad Cooper Union. Una de las Universidades más distinguidas y selectas de Estados Unidos, lo más importante, o atípico de esta Universidad aquí, es que es una Universidad de acceso gratuito. En Cooper Union, hay un espacio llamado Great Hall. Desde sus inicios en 1856, se erigió como una de las bases democrática del país. Debido a que siempre estuvo abierto para los debates políticos y sociales.
Vamos a la Huelga
En 1909, se celebró un mitin con obreros y obreras para hablar sobre las condiciones laborales en las fábricas textiles de Manhattan. Clara fue una de las asistentes. Durante horas escuchó a sindicalistas y abogados. No era la primera vez que escuchaba a hombres hablar de condiciones laborales que desconocían. Clara llevaba varios años trabajando en las fábricas. Protestó en numerosas ocasiones junto a sus compañeras por las condiciones laborales a las que estaban expuestas. Por ello, la habían detenido más de 15 veces y otras, los dueños de las fábricas habían contratado matones a sueldo para disolver las protestas a base de golpes. Clara, fue víctima de esas mafiosas estrategias y resultó herida en varias ocasiones, con varias costillas rotas. Aún así, siguió con la protesta. Sabía cuál era la situación y no iba a dejar que otros hablaran de algo que no vivían. Tras escuchar a los hombres hablar de si iban a la Huelga o no, Clara decidió tomar la palabra. Su voz sonó alto y fuerte ante un público de más de 200 hombres. Clara, le puso voz a una huelga femenina histórica, la Huelga de las costureras.
“He escuchado a todos los que han hablado y no puedo seguir callando. Soy una chica trabajadora, una de las que ya estamos en huelga contra condiciones laborales intolerables. Estoy cansada de oír a aquellos que sólo dicen vaguedades. Estamos aquí para decidir si hacemos huelga o no. Y yo propongo que vayamos a la huelga general”.
Clara Lemlich.
Los asistentes respondieron entusiasmados y Lemlich alzó el brazo recitando un antiguo juramento de fidelidad: “Que se me pudra el brazo que alzo, si traiciono la causa a la que ahora me comprometo”. El ‘Alzamiento de las 20.000’ o ‘Huelga de las costureras’, definió la lucha obrera de la mujer. Decenas de miles de mujeres dejaron sus puestos de trabajo y salieron a protestar.
Lo que se difundió en la prensa
Clara explicó en el New York Evening Journal los motivos de la huelga:
«Primero, deja que te cuente algo sobre cómo trabajamos y cuánto cobramos. El trabajo normal se paga a cerca de seis dólares* [6 dólares de 1909 = unos 130 euros semanales hoy. En Nueva York. Por semanas de 75 horas] a la semana y las chicas tienen que estar con sus máquinas a las 7 en punto de la mañana, y permanecer allí hasta las 8 en punto de la noche, con sólo media hora para almorzar en todo ese tiempo.
Los talleres. Bueno, sólo hay una fila de máquinas a la que le da la luz del sol: la primera fila, junto a la ventana. Todas las demás chicas tienen que trabajar con luz de gas, tanto de día como de noche. Sí, los talleres también abren por la noche.
Nadie podría llamar a los jefes hombres educados, y para ellos las chicas son sólo una parte más de las máquinas que supervisan. Gritan a las chicas, y las tratan incluso peor de cómo me imagino a los negros esclavos del Sur. No usan palabras bonitas. Nos insultan, blasfeman y a veces nos llaman cosas peores, que nadie querría oír.
No hay vestidores para las chicas, no hay ningún sitio donde dejar nuestras cosas sin que se estropeen. Tenemos que colgar la ropa en ganchos en las paredes. A veces una chica trae un sombrero nuevo. Nunca es muy bonito porque nunca cuesta más de 50 centavos. Y aún así, ese sombrero significa que ha estado semanas almorzando por dos centavos: torta seca y nada más.
Los talleres son insalubres. Ésa es la palabra que usan, pero debería haber una peor. Cuando la ropa con la que trabajamos aparece dañada, aunque sea después de que la hayamos cosido, nos descuentan toda la pieza a nosotras, y a veces también el material. Y al principio de cada temporada baja, nos quitan dos dólares de cada paga. Nunca hemos sido capaces de averiguar por qué”.
Clara Lemlich, reportaje en New York Evening Journal.
La huelga duró 14 semanas, de noviembre de 1909 a febrero de 1910. Sólo en la primera semana, detuvieron a más de 722 mujeres. Durante el invierno, fueron las sufragistas las que reunieron el dinero para mantener a las huelguistas. Al final, la huelga sólo consiguió parte de sus objetivos, pero supuso un paso histórico y las protestas se sucederían hasta lograr una parte de sus reclamos. El movimiento obrero se unía así con el movimiento sufragista y con el feminista. Todas esas luchas, se vivieron a principios de siglo XX con su epicentro en el barrio de Greenwich Village.
Repercusiones en la vida de Clara
A día de hoy, las condiciones laborales dignas, después de más de 100 años, no han supuesto grandes mejoras para las trabajadoras y trabajadores de las fábricas. A nivel personal, Clara, no dejó de protestar, sin embargo, el Alzamiento de las 20.000, tuvo un costo muy alto para su vida. Al finalizar la huelga, Clara entró en la lista negra de las fábricas y ninguna la volvió a contratar.
Pasados dos años de la huelga, Clara se casó con Joe Shavelson, activista, y se mudaron a Brownsville, Brooklyn. Allí, construyeron su familia y tuvieron 3 hijas e hijos. Su vida activista continúo. Si bien no tuvo un protagonismo tan notorio como la Huelga de 1909-1911, organizó diversos movimientos como el boicot a tiendas por las fluctuaciones en los precios de la comida, el incremento de la renta, el acceso público a las escuelas, entre otros. La lucha contra el sistema en distintas áreas, le significó ser etiquetada, no sólo por las fábricas, sino, también, por el gobierno como un factor de peligro.
En 1951, tras el fallecimiento de su compañero, Clara tuvo que testificar ante el comité de actividades anti-americanas, las conexiones que tuvo con el partido comunista y sus protestas pacifistas, denominadas por el comité anti-guerra. Después de dar testimonio, Clara y sus hijos e hijas estuvieron bajo vigilancia del gobierno por dos décadas.
En la década del 80′, Clara fue a vivir a una residencia de personas mayores. Lo más admirable y destacable es que, con sus más de 90 años, continúo denunciando las injusticias y desigualdades del sistema en todos los aspectos de la vida. En la residencia, protesto e hizo boicot, para denunciar las prácticas laborales y condiciones del negocio de residencias para mayores. Falleció a los 96 años en 1982, sin haberse guardado ni callado nada, de lo que veía injusto en el mundo que vivió.
Fuentes
- Recurso educativo de la New York Historical Society
- Biografía en Wikipedia (sólo en inglés)
- Artículo en la Televisión pública de Estados Unidos
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