La diversidad de Nueva York, es una de las características más conocidas de la ciudad y, también, lo que más turistas y curioses atrae. Lo que ahora «vende» y por lo que algunes, se enriquecen, tiene su raíz en la pobreza de esos grupos diversos. Una ironía más, que se encuentra al escarbar un poquito por la superficie. Como antídoto a las capas de olvido creadas por la publicidad, podemos echar una mano para rescatar la memoria de las clases obreras. ¡Vamos a ello!
La Revolución Industrial hizo crecer la ciudad de Nueva York a un ritmo mayor que otras ciudades, convirtiéndola junto con Londres en las primeras industrializadas y, como contrapartida, más habitadas de principios desde el siglo XIX, en plena época Victoriana. Las metrópolis, creaban así los territorios de actuación del capitalismo y, también, se perpetuaban las practicas machistas.
Manhattan fue el centro de llegada y reordenamiento territorial de flujos migratorios en guetos. Mientras unos pocos grupos de personas se hacían millonarios con el comercio, industria y, también, especulación y estafa, la población aumentaba a un ritmo masivo, engrosando el otro grupo, el de desposeídes.
Nativas indígenas
Las mujeres nativas de América del Norte, con la colonización no sólo se les usurpó sus tierras, también, una forma de organización comunitaria y gobernanza matriarcal. Confinadas en territorios, tras terroríficas matanzas y violencias de todo tipo contra sus comunidades, continuaron luchando por su sobrevivencia. Algunas de ellas, continuaron en los territorios a los que las arrinconaron, otras se volvieron a sus antiguos territorios, donde las grandes ciudades se alzaban hasta los cielos. Hay muy poca documentación sobre cómo y en qué trabajos se empleaban. Sin embargo, se supo que muchas de ellas se juntaron con afroamericanas en los Clubes de Mujeres que tenían fines activistas. De otras, se conoce su destino ya que lograron acceder a estudios, como Zitkala-Sa.
Afroamericanas
En Nueva York a diferencia de otros estados, algunas mujeres afroamericanas accedieron a acuerdos de libertad. Fueron excepciones. Sin embargo, esas excepciones, circularon hasta tierras lejanas. Tierras donde la violencia estando esclavizadas, en muchos casos, llevó a muchas mujeres a la muerte. El sistema de opresión y esclavitud, las mutilaba físicamente, emocionalmente y psicológicamente. La fuerza, lucha y resistencia que tuvieron que tener, va más allá de cualquier alcance. El poder dejar atrás esa opresión, las impulsó a muchas a escaparse de la esclavización del sur, para venir a ciudades como Nueva York o Chicago. Al llegar a la gran ciudad, pese a su libertad, la segregación y el racismo también existía, no era la tierra prometida. Para sobrevivir, tuvieron que buscarse la vida haciendo casi los mismos trabajos que hacían en el sur. Por lo general, las labores en las que conseguían emplearse era lavar ropa, temporeras en las granjas de Queens o Bronx, limpieza pesada, etc. Les pagaban un salario, pero este era bajo, mucho más bajo que el que se les pagaba a inmigrantes. Se tenían que pagar alojamiento, comida y transporte.
Mujeres inmigrantes rurales
Las mujeres descendientes de colonos ingleses, franceses, españoles y holandeses, que quedaron en el campo estadounidense, también, pasaron penurias y, sobre todo, mucha violencia machista. En las distintas guerras que mantuvo Estados Unidos, desde su fundación, las mujeres realizaban todo tipo de tareas, tanto en el frente como manteniendo solas las granjas. Cuando las guerras terminaban y los hombres volvían a sus hogares, estos, en la mayoría de casos, se daban al alcohol. Como consecuencia, sus compañeras de vida sufrían violencia. Muchas de ellas, encontraron soporte emocional y protección en el Movimiento Templanza. Otras, hallaron una vía para independizarse y tener sostén económico en el Movimiento Espiritista. Las mujeres que se dedicaron al espiritismo, migraron a las ciudades, donde podían tener sus consultas. Sus pueblos de origen iban despoblándose. Mientras muchas de ellas, cansadas de ser el motor de la familia y recibir sólo golpes, al separarse, se llevaron a sus hijes a la ciudad, para entrar en el anonimato de la metrópolis.
Italianas
Cuando llegaron muchas mujeres italianas, tuvieron que encargarse de todas las tareas domésticas de los hogares. A diferencia de cómo vivían en Italia, la mayoría provenía del campo, pasaron a vivir hacinadas en apartamentos sin ventilación, sin tierra para cultivar y sin baños. No sólo eso, sino que su prole aumentaba, aunque no tuvieran qué comer. Cuidaban de sus cuantioses hijes, hacían todas las tareas del hogar y trabajaban como costureras con el trabajo sobrante de las fábricas. Otras, tenían puestos de verdura en las calles de Little Italy, muy cerca de sus apartamentos. Cuando sus hijas pasaban los 10 años, las llevaban a trabajar a las Fábricas. El sueño de cada madre italiana, en ese momento, era poder volver a Italia. En la mayoría de ellas, nunca volvió, ni siquiera de visita. Murieron en la pobreza y muy lejos, aunque sólo fuera, de un jardín. Otras, consiguieron con el pasar de los años, migrar internamente a otros municipios donde había más espacio y tierra para cultivar, como lo fue en Queens o Bronx.
Judías
Las mujeres de origen judío de distintas procedencias desde Alemania hasta Europa del Este, llegaron a Nueva York escapándose de los pogromos. Sus comunidades se organizaban y crearon un tejido comercial que les daba soporte. No fue el caso de todas las familias. En muchas familias, muchas niñas y jóvenes tuvieron que ir a trabajar a las fábricas. Sin embargo, muchas de ellas, desde pequeñas, eran conscientes de la desigualdad y el peligro de las malas condiciones laborales a las que estaban sometidas. Es así, que la mayoría de huelgas de mujeres trabajadoras que hubo en Nueva York, a finales del siglo XIX y principios del XX, fueron organizadas por mujeres de origen judío. Por otra parte, las madres de cada familia, al no poder trabajar fuera de casa por cuidar a sus otres hijes, emprendieron pequeños negocios. Muchas montaron pequeños talleres de costura en su casa, empleando a otras madres de la comunidad. Hacían ropa a un coste menor que la que se vendían en las tiendas de la Ladie’s Mile. Al hacer el trabajo dentro de sus hogares, podían elegir los días de descanso y lo hacían los sábados, shabat. Algo que, las adolescentes que iban a trabajar a las fábricas no podían.
Irlandesas
La migración irlandesa empezó a principios del siglo XX, se intensificó con la Hambruna de la Patata en 1840. Vinieron familias enteras y todos sus integrantes trabajaban, incluso les niñes de un poco más de 5 años. Sí, en Nueva York, hubo explotación infantil en las fábricas hasta principios del siglo XX. Algunas mujeres irlandesas, también, escocesas o galesas, entraron como empleadas en el servicio doméstico de la aristocracia neoyorquina. Hacían el trabajo de cuidados. Las mujeres neoyorquinas ricas pudieron pagar a otras para no hacerlo ellas. Algo que se ha sucedido con el tiempo, en muchas, por no decir todas, las ciudades. Las irlandesas, tenían condiciones laborales mejores que los otros grupos de mujeres. Recibían un salario que podían ahorrar, ya que tenían alojamiento y comida en los hogares que trabajaban. Este dinero que ahorraban, no era para ellas en su totalidad, lo enviaban a sus familias en Irlanda o mantenían a sus familias migrantes.
Créditos
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Paseos sobre la historia de las mujeres en Nueva York
- En el Paseo de la «Historia de las mujeres del Village», conocerás la historia de muchas de las mujeres trabajadoras.
- En el Paseo «Mitsterios y fantasmas del Upper West Side», conocerás la historia de las Hermanas Fox y el movimiento espiritista.
- En el Paseo «La Bohemia de los años 20′ en Greenwich Village», descubrirás los movimientos de amor libre y la vanguardia artístico feminista.