¿Cuándo viajas, sacas fotos de todo? Si ves a masas de turistas sacando fotos en tu barrio, ¿cuál es tu reacción?

La fotografía digital abarató y popularizó el retrato de paisajes, personas o cosas. Desde el siglo XIX, la fotografía fue incorporándose a nuestras vidas con distintas funciones sociales. En muy poco tiempo pasamos del retrato inmóvil en un escenario, a las fotografías sacadas en cualquier entorno natural, urbano o rural. Con el abaratamiento, también, de los viajes, fotos y turistas con smartphones pasaron a ser una dupla inseparable. En Nueva York, una de las ciudades con mayor afluencia de turismo del mundo, se pueden ver múltiples ejemplos. La fotografía invasiva genera a diario diversos conflictos y enfrentamientos entre la población residente y turista. Si la autoregulación no surge de forma espontánea por parte de los turistas, sería hora de buscar otra medida. Sin embargo, el problema de raíz no son las fotos. El problema es la masificación del turismo, relacionado con un negocio que a «mayor beneficio, menor inversión» . Las ciudades, como se ha visto numerosos casos, pasan a estar saturadas, siendo las personas residentes las más afectadas y las que ya no ganan con el turismo que viene de visita sino que pierden cada vez más derechos y espacio.

Hace unas semanas salía una noticia del cansancio que tenían un grupo de mujeres japonesas, las denominadas geishas, por la brutalidad y falta de educación del turismo al sacarles fotos y agredirlas en sus propios barrios. Personas que acudían al país, perseguían y cercaban el paso a mujeres que van de sus trabajos a sus casas. La noticia puede consultarse en CNN en español (Benavides, 2024). En algunos barrios de Nueva York, sobre todo en Chinatown, pasan situaciones parecidas. Una de las causas, que a mi modo de ver, activa este tipo de comportamiento es el ir en grupo y estar fuera de las normas de comportamiento y códigos de conducta de su entorno cotidiano. Aunque, para el turismo en sus países de residencia, también, están mal determinados comportamientos, no esta mal, si lo hacen fuera y con gente diferente a ellos. Varios colectivos antiracistas, han llamado la atención sobre el hecho de hacer turismo y sacarte la foto con la población local. Esto se señaló con personas que viajan a África y se sacan la típica foto con negritos, como la llaman. Esto pasa también en América con indígenas, en Oceanía con aborígenes o en Asia con, por ejemplo, geishas. En las grandes ciudades, el target de las millones de fotos que saca el turismo es, también, a personas racializadas,

Una de estas situaciones las vi en Columbus Park, un parque de recreación social en los bajos de Manhattan. Todas las mañanas se reúne la comunidad a hacer ejercicios, sobre todo, personas mayores estadounidenses de descendencia China. Es un espacio de socialización, uno de los pocos espacios abiertos y públicos del barrio. Muchos turistas pasan por allí. Una mañana, un grupo de turistas se acercó al grupo que juega ping-pong, de forma sincronizada, sacaron sus teléfonos celulares y empezaron a disparar numerosas fotos tras las rejas que les separaban del grupo de ping-pong. Los jugadores les gritaron en un perfecto inglés, «no photos! no photos!». La pronunciación suena muy similar a un «no fotos» en castellano y otras lenguas. Además, es fácil de entender con los gestos. El grupo de turistas no se daba por enterado y siguieron con las fotos y vídeos hasta que, un jugador lanza su paleta contra la reja. A esto le siguen los demás jugadores, Hasta tres paletas volaron y se sintieron lo que podían ser insultos en mandarín. El grupo de turistas se va alarmado y empiezan a gritarle en un perfecto castellano: «eso no se hace hombre!» al grupo de jugadores de ping-pong. Pensar que estamos dando un gran paso como humanidad al ir cerrando los zoológicos y, ahora, los animales expuestos somos las personas que vivimos en los centros temáticos, lo que vendría a ser las ciudades.

Los residentes de a pie soportan estas situaciones con el turismo masivo. Pero, ¿qué pasa con otro tipo de residentes? Los que van en distintos tipos de transporte. Las calles en Nueva York, son todas para el uso del tráfico, salvo alguna rara excepción. Sin embargo, muchos turistas parecen no percibir el trafico de la misma manera que los residentes. Se les puede ver sacando fotos en medio de una avenida, delante de un deportivo con la luz a su favor, ir corriendo atrás de un Ferrari, etc. El trafico, es otro de los grandes problemas en las grandes ciudades. Más gente, más precarización de los transportes públicos, mayor consumo de transportes privados, más congestión de trafico. De este modo, los coches ocultan, detrás de cada volante, a un demonio en potencia. Los turistas no son conscientes que se juegan la vida al añadir una razón más para despertar a los monstruos que conducen cada coche por el enjambre de tráfico neoyorquino. No es un turista, además, son miles. Aquí se juntan dos problemas que tienen que ver, de nuevo, con la cantidad: masificación de coches y de turismo. El resultado es una bomba nuclear. Un día, un grupo de turistas se retrasó en un semáforo. Cuatro calles después, el coche conducido por afroamericanos, se detuvo frente del grupo, abrieron la escotilla del techo del coche, salió uno de ellos en musculosa y empezó a gritar. ¿Qué decía? Que nos matarían, gestos de muerte incluidos y amenazando sacar armas.

Que cada persona ande con un aparato al que le llamen inteligente, tiene doble rasero y lo sabemos muy bien, pero hacemos como que no nos importa o preferimos olvidarlo. Quirúrgicamente lo extirpamos de nuestro pensamiento, para vivir una vida de engaño. Si los teléfonos salen baratos en términos de venta en el mercado, no de costes naturales reales, hay gato encerrado. Más gente hace fotos porque puede, tiene el aparato y el recurso para hacerlo. Pero esas fotos que se almacenan en la nube, propiedad de la empresa que les ha vendido el teléfono, no son privadas son compartidas con esa misma empresa. A día de hoy, cada foto o video que se saca es un dato más que alimenta los grandes sistemas, monopolios de muy pocas empresas en el mundo. A más turistas sacando fotos, más datos de una variedad increíble de cosas. Pues bien, hemos llegado a lo que parece una conclusión. El turismo masivo, trae muchos problemas a las personas residentes de las ciudades, contribuyen con la contaminación y con sus fotos están, indirectamente, vigilando a esa población. Hace un tiempo, las ciudades invertían en la seguridad de las ciudades. Hoy, ya no es tan necesario, les compran los datos a esta u otra empresa tecnológica y ya tienen lo que necesitan.

Para finalizar, cierro este post con una cita del libro «Sobre la fotografía» de Susan Sontag. En este libro se habla de las fotografías que impactaron a la población, pero también cuál es el efecto de estos retratos de la realidad. De forma premonitoria, porque este libro se escribió en la década de los 70′ del siglo XX, Susan Sontag, advirtió como la fotografía puede causar un impacto mientras sea única, si esta se repite, pierde su efecto, pierde su función de documentar una situación o un paisaje.

Sufrir es una cosa; otra es convivir con las imágenes fotográficas del sufrimiento, que no necesariamente fortifican la conciencia ni la capacidad de compasión. También pueden corromperlas. Una vez que se han visto tales imágenes, se recorre la pendiente de ver más. Y más. Las imágenes pasman. Las imágenes anestesian. (…) Pero después de una exposición repetida a las imágenes también el acontecimiento pierde realidad.

(Sontag, 1977, p. 38)

Referencias:

Benavides, S. (2024, March 1). “Paparazzis de geishas”: Kioto registra tendencia a abusos y actitudes molestas contra mujeres íconos de la cultura japonesa. CNN. https://cnnespanol.cnn.com/2024/03/01/paparazzi-geishas-kioto-trax/

Sontag, S. (1977). On Photography. Alfaguara.

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