Intenta visualizar una publicidad de coches. Parajes desiertos, lugares inalcanzables, ningún humano a la vista más que tu, la naturaleza intacta a salvo por la carretera y el coche que circula por en medio. El coche, por ahora, conducido por una persona muy guapa, eso sí, con estupendo maquillaje y ropa, conduciendo relajadamente como si el planeta tierra se dominé a través de la tecnología para movernos. La publicidad termina y cero mención o referencia a la sostenibilidad de su construcción, la energía que utiliza, la huella ecológica que deja a su paso o el coste en explotación laboral y de recursos que empleó la producción. Esto es lo que venden en materia de movilidad, pero ¿qué pasa con esos cochotes si resides en una megaciudad? No encuentran lugar para aparcar, rara vez podrán sentir la adrenalina que produce la velocidad y la contaminación que producen sumado al sedentarismo le acortarán la vida. Reflexionemos….
La publicidad te entra por los ojos y no por el sentido común. Pongamos que te compras el coche, llegas a tu barrio y ¡ups! el edificio en el que vives no tiene aparcamiento, algo muy común en Nueva York. Tampoco hay lugar en las calles próximas. Das vueltas más amplias, tampoco lo encuentras. Terminas dos barrios más adelante y te tomas el metro para volver a casa, ¡paradoja!. Pero este pequeño spot (aparcamiento) que has encontrado requiere de tu atención constante. Cada día a las 9 de la mañana tienes que dejarle paso a la maquina de limpieza. Se produce así, un baile de coches en la ciudad, muy llamativo para quien no conoce a fondo el problema (How to with John Wilson, 2020). El aparcamiento en ciudades de Estados Unidos no es nada fácil por un motivo a la vista conocido, el coche cuanto más grande y más gasté, mejor. Por poner algunos ejemplos que retratan esta elección tan poco ecológica e ignorante, tras la pandemia se empezaron a comprar unos coches de tres ruedas, para fardar, porque cómodos y útiles no deben ser. Otro ejemplo, ahora que se promueven coches híbridos o eléctricos, contrariamente, empezaron a copar las calles los deportivos, señal que están de oferta y los compran más barato. Seguimos con los ejemplos, como si esto fuera una feria. Este verano se han popularizado dos tipos de transportes, a cual de los dos gasta más combustible, los 4×4 y jeeps cuadrados, sí esos que se parecen a jeeps de guerra. No entiendo como esos pedazo de camionetas no se quedan atrapadas en el asfalto este verano. A menudo en Nueva York, se ven pozos pequeños y grandes, producto del intenso calor cuando derrite capa tras capa el alquitrán de las calles. Pozos que, como todo en Nueva York, así se hizo y ahí quedó. Pasan a ser pozos retro, que no los arregla la administración, es cuestión de mantener el estilo de la ciudad. Claro que sí «antes muerto, que mejorarlo».
Segundo problema: el tráfico. La idea idílica de ir conduciendo sin ningún coche o peatón alrededor en las grandes ciudades, cómo explicarlo? No existe. Las bajas expectativas de poder circular en un determinado tiempo de tu casa al trabajo o incluso si sos un trabajador de transporte privado, te puede mejorar el colesterol producido por el stress. Si te creíste que al comprar un coche como el de la publicidad te da vía libre a no respetar las normas viales, los peatones o creer que por un bocinazo los demás coches te dejen el paso, perdóname que me ria. Resumiendo, lo pasarás mal tu y todo tu entorno. Tendrás que enfrentarte todos los días ante el mismo problema, avanzar despacio, ponerte de los nervios porque no llegas y sufrir lo que aquí le llaman ira al volante, pura locura por la falta de movilidad, en una ciudad donde para todo es necesario: moverse. Que representativa fue aquella película mítica que en Latinoamérica se tradujo como «Día de Furia» con Michael Douglas, fue la mejor caracterización del ciudadano medio estadounidense ante este conglomerado de problemas que trae la vida en las ciudades (Falling Down, 1993). El conducir con tanto trafico, no soluciona el problema de movilidad, tensa más la cuerda. La gente que invirtió en un cochazo se siente desilusionada y defraudada, porque le genera nuevos problemas.
La contaminación y el sedentarismo, no es algo de lo que tenga un efecto reconocible inmediato, pero todo llega. En las publicidades no se conduce entre medio de una nube de smog y humo de incendios, sino en un aire limpísimo que da ganas de respirar. Las publicidades son burbujas de irrealidad. Tampoco te creas tu que con tu coche te convertirás mágicamente en el atlético hombre que conduce el coche… en la publicidad. En términos generales, el uso del coche te lleva inexorablemente a la ruina física a no ser que seas una voluntariosa persona que hace ejercicio como parte de su diario vivir. Entonces, no, no eres ni vas a ser como el modelo que conduce el coche en la publicidad, no te engañes que vivirás más feliz. Sin embargo, pasa lo contrario, hay muchas personas infelices que conducen coches y cada día son más desgraciadas. Pero no contentas con desgraciarse la vida ellas, desgracian la vida de su entorno. Aquellas personas que decidimos usar el transporte público en una gran ciudad, como algo sensato a hacer. A menudo se ven coches aparcados pero con el motor encendido, SÍ, así como lo estás leyendo. ¿Por qué? te preguntarás. No sé, pero intuyo que es vagancia, comodidad o ignorancia, elige la que más te guste.
Resumiendo. Si no te ha importado tu vida en tu decisión de compra, no te debe importar las del resto y ahí se encuentra la raíz de todos los problemas: el individualismo. Tu actitud individualista ante un problema colectivo: el cuidado del medioambiente.
Referencias
Falling Down. (1993). Warner Bros.
How to with John Wilson, (2020). [TV show] HBO.