El nombre Harlem, proviene de una antigua Villa de colonos holandeses. Además de la población Lenape primero y, los holandeses que colonizaron estas tierras después, en el siglo XIX, tras las migraciones transatlánticas, la población pasó a ser de origen judío e italiano. Sin embargo, a principios del siglo XX, el barrio experimentó un estallido demográfico con la llegada de personas afroamericanas de todas partes de Estados Unidos, en concreto de los estados del Sur. A este fenómeno se le llamó La Gran Migración, consecuencia directa de la violenta segregación racial y situaciones de pobreza que vivía la población afroamericana en zonas como Louisiana. Este proceso migratorio se caracterizó por el movimiento de personas de ámbitos rurales a urbes. Una de las ciudades elegidas por las personas afroamericanas fue Nueva York. La industrialización de la ciudad generó millones de puestos laborales en las fábricas. Aunque las condiciones laborales eran pésimas, de todos modos era un cambio. La población afroamericana empezaba a tener una situación de estabilidad con trabajo asalariado. La mayoría se asentaron en Harlem, donde construyeron una fuerte comunidad.
A partir de 1920, después de la primera Guerra Mundial, Harlem se convirtió en una meca de creación cultural afroamericano, donde proliferaron las artes y el surgimiento de vanguardias artísticas y literarias. No sólo se destacó por un renacimiento artístico, también tuvo un importante impacto económico. Impulsaron negocios como fue el caso de la primer multimillonaria afroamericana Madam J. Walker. Si bien su empresa se funda fuera de Nueva York, a principios del siglo XX se trasladó a Harlem a vivir a una mansión. Hoy en día, el terreno donde se encontraba la mansión, es el Centro Schomburg. En su herencia Madam J. Walker legó el terreno de su mansión para apoyar a la cultura afroamericana.
Uno de los movimientos culturales más importantes fue el jazz. Se crearon teatros, salas y había artistas ensayando en cada esquina. Este fenómeno hizo que, desde esa época, Harlem fuese considerado el epicentro del jazz. Uno de los teatros más importantes fue el Apollo. Una sala de conciertos donde artistas, actuaban y, también, podían ser parte del público. A pocos minutos del Teatro Apollo y, en la misma época, el Cotton Club un club de jazz que contrataba músicos de jazz, pero no les dejaba entrar como público. El Cotton Club era segregacionista. Por otra parte, el Apollo una noche a la semana hace un espectáculo para artistas amateur. Es una matiné donde cada artista sube al escenario para ser valorado por parte del público. Quien pasó ese escrutinio fue Ella Fitzgerald, en el año 1934.
Este apogeo cultural que vivió la comunidad afroamericana, fue retratado en las pinturas de Jacob Lawrence. En cada cuadro de su colección se puede apreciar el racismo y la violencia que vivieron las comunidades afroamericanas. Estas pinturas que constituyen una serie titulada como The Migration Series, nos permite conocer las segundas caras de la historia, el peregrinaje para escapar de tanta violencia y, en contraste, el disfrute de acercarse a cierto tipo de estabilidad.
Actualmente, el barrio de Harlem no ha podido escaparse de los embistes de la gentrificación, la desigualdad producto del racismo institucional y la falta de políticas de intervención social. Es un barrio con edificios que recuerdan la etapa del Renacimiento de Harlem, pero que están en proceso de abandono. A su vez, la población afroamericana, producto del racismo institucional, mediático y social, tiene unas condiciones de vida precarias. Es una paradoja que sufran tanta pobreza cuando fueron la mano de obra que movió la economía de este país y otros tantos.. Hay resistencias y movilizaciones que plantan cara a un sistema que no les deja vivir y desarrollarse, como fue el caso más reciente del Black Lives Matter. La violencia es constante y siguen plantando cara, una y otra vez, aunque en esta acción muchas de esas personas pierdan la vida por pedir justicia.